Desde hace unos semanas presto especial interés en escudriñar cuál es el nivel cultural de personas jóvenes que entrevisto para una oferta de trabajo, siempre he tenido una activa discrepancia opinando sobre que tipo de formación académica es útil en la vida, hay una posición extendida y arraigada que sostiene que cualquier conocimiento debe tener alguna posibilidad de ofrecernos, a futuro, una contraprestación económica.
Existe una obsesión voraz por parte de muchos padres de que su hijo/a estudie todo aquello que le puede producir un beneficio, una obsesión que produce jóvenes con conocimientos que les disgustan en trabajos que les disgustan, si los tienen.
¿Cuantos abogados y economistas con master pululan en las listas del paro?, o en trabajos que nada tienen que ver con sus fabulosos estudios?
Digamos que producimos jóvenes a los que instruimos en conocimientos que creemos una autopista para hacer dinero, si al chaval le gusta la decoración, no dejes que sea decorador sino obligale a ser arquitecto, si le gusta la cocina no le mandes a aprender ser cocinero sino abogado, así tenemos ingenieros mediocres en paro que asesoran a sus amigos que muebles comprar y abogados sin labia haciendo de camareros mientras dan sugerencias al chef entre comanda y comanda.
Digamos que los jóvenes llegan al mundo laboral “vírgenes” en aquello que les apasiona y abrumados de conocimientos que no les despiertan mayor interés, por eso tenemos gente gris que sabe de todo pero no se apasiona por nada, y la pasión es la clave del éxito, un informático apasionado por sus proyectos no cuenta sus horas, ni se le cae el bolígrafo a las 18:00, está disfrutando, realizándose aprendiendo, es para su cerebro felicidad.
Todo esta situación, tiene su origen en un miedo de los padres, un miedo a que su hijo salga del camino de lo que es económicamente útil para que viva una vida bajo el cobijo de un sueldo, sentado en una oficina con calefacción, porque siendo sinceros, pocos o ningún padre está pensando que su hijo va a ser el mejor abogado o economista porque desde los 10 años tiene vocación para ello, piensan que es el menos malo de los futuros que le pueden dar.
Este miedo niega lo que yo defiendo y es que todo conocimiento produce un beneficio en la vida y el conocimiento de lo que apasiona más, mucho más.
Cuántas veces he oído, yo prefiero estudiar Inglés que es más útil, generalmente quien dice esto al de 5 años no ha estudiado Inglés ni nada, y no lo ha hecho porque la utilidad está llena de esfuerzo y sacrificio, quiero decir, estudiar un idioma por utilidad está tan lleno de esfuerzo que la utilidad ha de ser inmediata, debe satisfacernos enseguida, realmente casi nadie llega a saborear de verdad esa utilidad en su vida, pero dejan de estudiar todo lo que les apasiona porque ambicionan estar colmados de utilidades.
Vivimos rodeados de ejemplos de esta índole, economistas que les gusta cero la economía, abogadas que viven de trabajos esporádicos y nunca han disfrutado de la emoción del mundo jurídico, ingenieros que cuando acabaron una durísima carrera se metieron en el primer trabajo que encontraron porque nunca supieron realmente porque estudiaron ingeniería.
Todos perfectos “artistas” de un “arte” que ya nunca jamás van a desarrollar. ¿No es posible que dentro de las habilidades de estos desaprovechados jóvenes hubiese innatas habilidades para ser un magnífico carpintero, escritor, filósofo, filólogo y humanista, abrir una tienda y ser su propio comercial, tener tu restaurante, montar una empresa de reparto, crear algo?
Creo que no se le da el valor correcto al conocimiento , cuanto vale encontrarte en una cena a una persona que sea capaz de hablar con cierta soltura del renacimiento italiano, las conexiones de latín y el euskera, las guerras médicas, las creaciones del Arcipreste de Hita o el pensamiento de Kant, cuantas horas de conversación y reflexión tiene esa persona y cuánto silencio provoca que tome la palabra, es acaso más interesante cenar con un economista gris que detesta su trabajo?
Hay que liberar la mente de maximalismos, una persona apasionada por el diseño de interiores no necesita ser arquitecto para tener éxito en la vida, un apasionado por la música puede ser un magnífico compositor sino pierde media vida estudiando ingeniería, un apasionado de la programación de videojuegos no merece que se le condene a estudiar económicas por no aprobar ni una en ingeniería informática por ese miedo a que tu hijo no tenga carrera.
Si a tu hijo le gusta el diseño de interiores pero sabes que no va a pasar 5 años en una universidad estudiando la resistencia de materiales, no inviertas ese dinero en algo que le va a romper un periodo fantástico de aprendizaje, intenta que busque un trabajo desde abajo “malpagado” y duro en una empresa de diseño de interiores y ayudale a que aprenda a buscarse la vida, a ser comercial, a tener trato, a saber negociar y lo que valen las cosas, qué es el IVA o qué son los seguros sociales, y cuando esté preparado pon ese dinero que tenías para su universidad en un negocio que puede funcionar y generar empleo porque tu hijo/a le apasiona y un apasionado siempre sale adelante
Lo se, ahora piensan que si a su hijo le apasionan las letras se va a morir de hambre, si le apasiona la filosofía tiene unas opciones inmejorables para estudiarlo no muy lejos de su casa, y si de verdad le apasiona le irá bien, si eres filósofo, y te gusta, escribirás libros, escribirás columnas en diarios, trabajarás en universidades, pero no te rindas y pases 4 o más años estudiando una carrera que te hace gris, para entrar un día como empleado de banca y acabar tus días actualizando libretas.
Una persona apasionada lo transmite, se «come» una entrevista, le brillan los ojos hablando de sus trabajos como freelance, de cada resorte del mundo de conocimiento que ansía dominar y es imparable.. es pura pasión!