A pesar de que desde hace décadas el imperio de la información periodística, televisiva y en último término, digital, nos viene bombardeando con los parabienes y beneficios de la Unión Europea. Con el logro de su creación y la maravilla que supone en la asunción de derechos individuales y colectivos de los ciudadanos, conviene, más que nunca después de la reciente (aún viva) crisis de estado (democracia) en Cataluña, recoger lo que es real y lo que es propaganda y ponerlo a ambos lados de la mesa, para poder certificar que es lo que tenemos, que nos da, que exige y si es un éxito o un fracaso.
En una perspectiva que empieza con los telediarios de TVE1 de 1986 en los que el serial informativo sobre la incorporación de España y Portugal a la Unión Europea, era vendido a la población poco menos que como un paso en suelo lunar para la humanidad (española claro). Nunca hasta hoy ha quedado tan claro que quien se hacía miembro de la Unión Europea, era España, no los españoles. La UE no introdujo cuarenta y pico millones de ciudadanos en su organismo para igualarlos en derechos y libertades a los que ya estaban allí, sino que cerró un acuerdo (comercial básicamente) por el que España y Portugal accedían como Estados a formar parte del organigrama Europeo. Por el que los acuerdos comerciales pasados y futuros y las débiles directivas europeas deben encontrar acomodo en la legislación de esos países.
Aunque hayamos tardado tiempo en darnos cuenta, lo que ha ocurrido ha sido básicamente eso, cada estado miembro ha articulado su sistema legal para dar cabida a necesidades de la unión europea, y sus ciudadanos se han beneficiado/perjudicado de estos cambios no como Europeos, sino como ciudadanos de un Estado miembro.
Esto que representa hoy una obviedad, después de oír al Sr. Juncker contarnos eso de que apalear señoras de edad avanzada (Europeas por cierto) en las colas de colegios electorales de Barcelona es un problema interno de un estado miembro, ha sido una sospecha que por fin ha tomado carta de naturaleza. La UE es una unión de estados, un club para venderse cosas. Y los pasos que se han dado son para facilitar las necesidades de grupos empresariales que tienen difícil expandirse en una Europa de 40 monedas y burocracias lentas y complejas para mover trabajadores entre lugares de producción.
En Europa las grandes decisiones que versan sobre los derechos individuales de los ciudadanos no tienen cabida. Esta Europa fue creciendo a medida que un elemento dificultaba la capacidad económica de Francia o Alemania, y la incorporación alocada y “express” de los últimos estados miembro no responde a un afán de hacer Europeos, sino a la necesidad de tener más consumidores potenciales de las mismas cosas que ya no tenían mercado en la UE de 18, 20, o 22 miembros.
A cada necesidad económica en la UE se han creado nuevos elementos. La moneda es el más sencillo de observar, una UE con 27 monedas con los gastos y fluctuaciones del cambio no es operativa comercialmente, pero cuando se adopta la moneda, la tasa impositiva a esa moneda, es una cuestión de Estado. Ya no tenemos ni ciudadanos. ni derechos de los Europeos. Un desplazamiento de 20 minutos en coche entre Donostia y Hendaya implica que tus derechos fluctúen lo que es un problema menor si vas a consumir igual. Yendo más allá, ¿Cuál es la reacción de la UE a la diversidad de tasas sobre el beneficio neto de las compañías, el llamado impuesto de sociedades? Se lo digo, ninguna. No importa que Google pague el 3% en Irlanda y ni siquiera hay una mínima observancia de la existencia de una competencia leal entre estados. Nadie sabe si BMW realmente es compensada por cada Euro que deposita en Baviera, porque a nadie le interesa otra cosa que proteger su mercado interno y vender fuera dos cosas, sus excedentes de producción y sus excedentes de mano de obra.
En los últimos dos años viviendo en el extranjero y más en los últimos meses me he dado cuenta de que el sentimiento Europeo tiene más relación a la supervivencia de un modo de vida adquirido en este estatus que a una relación fraternal hacia un ciudadano de otro país. La gran preocupación en la Europa consternada (esto es verdad) por las impactantes imágenes del 1-O en Cataluña era que se arregle el entuerto, porque España es un gran país para ir de vacaciones baratas.
Que nadie se lleve al engaño, que el salario mínimo en España sea hoy de 736€/mes por los más de 1.750€/mes de Irlanda obedece a la estrategia del gobierno de mantener España como un país de turismo barato. Europa (sus Estados) no tienen ningún interés en que España sea un país rico e industrial, ¿Para que? ¿Para tener vacaciones caras?, ¿Desempleo en sus países?. Europa no va crear ni una sola industria de alta tecnología en Castilla la Mancha ni Andalucía ni ahora ni en los próximos 100 años, y si en Vasconia o Cataluña se crean es por iniciativa de los gobiernos autonómicos que aspiran a algo más.
Con ocasión del Brexit, vamos a conocer de nuevo cual es el cariz de los derechos de los ciudadanos comunitarios. Realmente que los mismos sean producto de una negociación implica que nunca hayan estado muy claros. Se habla de capacidades normativas de los tribunales de la Unión durante 8 años tras la ruptura, si bien todos sabemos que un ciudadano europeo, sin nacionalidad británica en situación de desempleo en Leeds (Inglaterra) durante más de 6 meses, tiene todos los boletos para ser deportado, quizá no el primer año tras el Brexit, pero si el segundo o tercero. Lo que hemos presenciado es la constatación de la inexistencia del derecho individual y de la ciudadanía Europea que debería en todo caso mantenerse de por vida o césar producto de la voluntad de cada ciudadano individual.
Los derechos colectivos son también un capítulo aparte en esta “Europa de los ciudadanos”. Realmente tus derechos colectivos no existen. El idioma Catalán con entre 8-10 millones de hablantes es un “problema interno de España”, pero el Estonio que tiene alrededor de 1 millón de hablantes es lengua oficial en la UE. Entre los 7 territorios de Vasconia estaremos cerca, o por encima de esa cifra de hablantes de Euskera. Los derechos están supeditados a la forma de entender el derecho de cada estado miembro, siendo los ciudadanos capaces de crecer y decrecer en derechos en viajes en coche de 20 minutos. Un Euskaldun de Baigorri, crece en derechos pasando a Navarra, y decrece cuando vuelve a casa, todo ello siendo ciudadano Europeo en todo momento. ¿No podría un habitante de Baigorri en Francia reclamar un estatus de derecho como poco igual al de un hablante de la misma lengua en otro país miembro? Este club no puede sostener como parabienes lo que no son sino defectos del derecho en campos donde el beneficio económico no existe.
Recuerdo una frase del PNV de unas elecciones Europeas, más Europa es menos España, y así era, pero no era verdad. Yo lo creía, y el PNV también. Imagino que hasta en el PP lo pensaban, pero realmente hoy los vascos no existen en Europa. Si desaparecemos mañana, llegarían muchas coronas de flores a su Felipe VI desde el despacho de Merkel y Macron pero no pasaría nada más. Muchos lingüistas enamorados de la lengua “euscara” hablarían de tamaña perdida, pero no hay ninguna conexión entre el hecho vasco y Europa. Si España nos muele a palos o nos prohíbe escribir o cantar en Euskera, algún jurista español de algún tribunal encontraría acomodo en la Constitución para justificarlo y sería un “problema interno”. La “Carta Europea de las lenguas minoritarias” no define los derechos de los hablantes, de las personas, sino que trata las lenguas como patrimonio cultural inmaterial. Los estados aplican con criterio político artículos de la carta que interesan al momento político, pero no hay ninguna conexión entre el hablante de Vasco (ciudadano Europeo) y la carta.
No podemos cercenar esta situación de la propia carta de fundación de la UE, y de la inexistente hoja de requisitos históricos a los estados miembro. En Europa la voluntad colectiva popular de los ciudadanos Europeos no tiene importancia. Sí eres miembro de la UE por que hace 250 años (o menos) tu Estado cometió un genocidio en el que asesinó a millones de mujeres, ancianos y niños ó si en 1.000 años no has respetado un solo tratado, has invadido, coaccionado y asesinado por doquier para llegar a finales del siglo XX siendo un “Estado de pleno derecho”, entonces tienes carta blanca. Tus banderas se alzarán entre las oficiales, tu lengua será reconocida y tus problemas será “internos”. Pero si quieres ejercer la democracia plena en un refrendo para ser un estado, si quieres tomar tu propia voz en Europa y tu sociedad culta y madura quiere tomar el camino de la creación de un estado, entonces solo eres un problema (interno).
Si el reino de Navarra, decidiese por mayoría ser un reino de nuevo y en su favor historiadores de todos los países certificasen ese derecho, pues no hubo Ius Ad Bellum (derecho de guerra justa) por parte de Castilla, ni puede justificarse la ley paccionada de 1841 por la que Navarra dejó de ser reino, sin la presión militar Española, daría igual.
Una de las asignaturas pendientes de la UE más urgentes es definir la capacidad colectiva supranacional de los ciudadanos europeos. En teoría el derecho colectivo de los ciudadanos europeos vascos repartidos en dos estados debería estar por encima del derecho de esos estados, dado que quien es ciudadano es el individuo y no el estado, pero en la práctica este tema no se va a abordar. Descansa aún hoy, un muy incipiente nacionalismo “nacioestatal”, el español por ejemplo, que no permite observar la ciudadanía Europea como el acomodo de los pueblos de Europa sino como una capacidad restringida al estado miembro y manipulada bajo las leyes de ese Estado.
Como todo lo que se somete al análisis no todo es negativo, las capacidades individuales de cada ciudadano han aumentado y se ha rebajado la complejidad burocrática, se han mejorado muchos aspectos y se ha despejado cualquier riesgo de enfrentamiento bélico, además se han accedido a inversiones europeas en infraestructuras, pero… ¿No era todo esto posible teniendo una Europa donde los problemas son de la Unión no de los Estados? Lo fue, pero Europa debió crecer con la exigencia de desmantelar los estados al hacerse miembros y no lo hizo, por eso esta Europa está fracasando. Una Europa de 6 potentes y 21 gregarios no funciona, una Europa de 100 pueblos europeos igualados en derechos si lo haría.